El hombre miró lentamente hacia arriba. Esta era una mujer claramente acostumbrada a las cosas finas en la vida. Su abrigo era nuevo. Se veía como si nunca en su vida se hubiera quedado sin comer. Su primer pensamiento fue que quizá ella se querría burlar de el, como lo habían hecho muchos antes. "Déjeme solo," le pidió...Para su sorpresa, la mujer no se movió. Ella sonreía – desplegando la línea de blancos dientes. "¿Tienes hambre?" preguntó ella. "No," contestó él sarcásticamente. "Voy llegando de cenar con el presidente...Ahora, váyase por favor." La sonrisa de la mujer se hizo aun más grande. De repente el hombre sintió una gentil mano debajo de su brazo. "¿Qué está usted haciendo, señora?" preguntó el hombre enojado. "Le pedí que me dejara en paz.” Justo en ese momento llegó un policía. "¿Hay algún problema Señora?" preguntó. "Ningún problema, oficial," respondió ella. "Estoy tratando de ayudar a este hombre a levantarse. ¿Me ayuda?" El oficial se rascó la cabeza. "Este es el viejo Jack. Ha sido un adorno por estos lugares hace casi dos años. ¿Qué es lo que desea con el?" "¿Ve esa cafetería allá?" preguntó ella. "Le voy a comprar algo para comer y dejarlo que entre en un lugar caliente, fuera de este frío un rato." "¿Está loca Señora?" resistió el mendigo. "¡Yo no quiero entrar ahí!" Entonces sintió que unos brazos fuertes lo agarraban del otro brazo y lo levantaban. "Suélteme oficial. No he hecho nada..." "Esta es una buena oportunidad para ti, Jack," le contestó el oficial. "No la desperdicies." Finalmente, y con algunas dificultades, la mujer y el oficial llevaron a Jack a la cafetería y lo sentaron en una mesa en la esquina. Era mediodía, así es que la mayoría de las personas que iban a desayunar ya se habían ido y no era hora de comer todavía. El gerente de la cafetería se paró en frente de la mesa. "¿Qué está sucediendo, oficial?" preguntó. "¿Qué es todo esto, está en problemas este hombre?" "Esta señora lo trajo aquí para darle de comer," respondió el policía. "¡No aquí adentro!" respondió el gerente enojado. "Tener una persona de estas aquí adentro es dañino para el negocio." El viejo Jack sonrió con una mueca mostrando sus encías ya sin dientes. "Ya ve Señora. Se lo dije. Ahora, si me permite irme. Yo no quería venir aquí de todas maneras." La mujer volteó a ver al gerente y le sonrió. "Señor, ¿está familiarizado con Eddy y Asociados, el banco en la calle de enfrente?" "Claro que sí," el gerente respondió impacientemente. "Ellos llevan a cabo sus reuniones semanales en una de mis salas de conferencias." "¿Y gana usted una buena cantidad de dinero proporcionándoles alimentos en cada una de esas juntas semanales?" "¿Eso no es de importancia para usted?" Yo, señor, soy Penélope Eddy, presidente y director general de la compañía."
"Oh.." La mujer sonrió de nuevo... "Pensé que quizá eso haría la diferencia." Miró al policía que estaba ocupado tratando de no reír. "¿Le gustaría acompañarnos con una taza de café y algo para comer, oficial?" "No gracias señora," respondió el oficial. "Estoy trabajando." "Entonces, ¿quizá una taza de café para llevar?" "Sí claro, eso sería muy amable de su parte." El gerente de la cafetería actuó de inmediato. "Traeré su café de inmediato, oficial." El oficial lo miró irse. "Definitivamente lo puso en su lugar," dijo. "Esa no era mi intención. Aunque no lo crea, tengo una razón para hacer todo esto." Se sentó en la mesa, enfrente de su sorprendido invitado. Ella lo miró intensamente. "Jack, ¿me recuerdas?" El viejo Jack miraba su cara con sus viejos ojos. "Creo que sí –digo, se me hace conocida." "Estoy quizá un poco más vieja," dijo ella. "Quizá estoy un poco más repuesta que en mis años mozos cuando tú trabajabas aquí, y yo entré por esa puerta, con mucho frío y hambre." "¿Señora?" dijo el oficial. No podía creer que esta magnífica señora pudiera haber tenido hambre alguna vez. "Acababa de salir de la universidad," dijo la mujer. "Había llegado a la ciudad buscando un trabajo, pero no encontré nada. Finalmente me quedaban unos cuantos centavos y me habían corrido de mi departamento. Caminé las calles durante varios días. Era febrero y hacía mucho frío y me estaba muriendo de hambre. Vi este lugar y entré esperando poder conseguir algo para comer." Jack se sonrió. "Ahora la recuerdo," dijo. "Yo estaba detrás del mostrador. Usted entró y me preguntó si podía trabajar para poder comer algo. Le dije que era en contra de las políticas de la compañía." "Lo sé," continuó la mujer. "Entonces me hiciste el sándwich de pastrami más grande que había yo visto y me diste una taza de café, y me dijiste que me sentara en la mesa de la esquina y que lo disfrutara. Tenía miedo de meterme en problemas. Entonces, cuando levanté la cara y miré que metías el pago de mi comida en la caja registradora, supe que todo iba a estar bien." "¿Así es que empezó su propio negocio?" Dijo el viejo Jack.
"Conseguí trabajo esa misma tarde. Y fui subiendo poco a poco. Eventualmente comencé mi propio negocio, el cual gracias a Dios, prosperó." Abrió su bolsa y sacó una tarjeta de presentación. "Cuando termines de comer, quiero que vayas a ver a un señor Lyons. Es el director de personal de mi compañía. Voy a hablar ahora mismo con él y él seguramente encontrará algo para que hagas en la oficina." Ella sonrió. "Creo que hasta puede ser que tenga algo de dinero para darte un anticipo para que te compres ropa y encuentres un lugar donde vivir mientras te levantas de nuevo. Si necesitas algo, mi puerta siempre estará abierta para ti." Había lágrimas en los ojos del hombre. "¿Cómo puedo agradecerle todo esto?" preguntó.
"No me des las gracias a mi," respondió la mujer. "Dios me trajo hasta ti, para darte un poco de lo que tu me diste a mi." Afuera de la cafetería, el oficial y la mujer se despidieron. "Gracias por toda su ayuda, oficial," le dijo ella. "Por el contrario, Sra. Eddy," respondió el. "Gracias a usted. Hoy vi un milagro, algo que nunca olvidaré. Y, gracias por el café." Esta historia nos recuerda que nunca sabemos cómo se nos regresará lo que damos a los demás. Recuerda que la tarea en frente de ti nos es tan grande como la fuerza que hay detrás de ti. La Acción del Día:
Lee tu Plan de Negocio para la Prosperidad y las once cosas de tu lista de agradecimientos.
Toma un momento para pararte firmemente con un brazo alzado hacia el cielo, el puño firme como si te estuvieras agarrando de la mano de Dios. Ahora, ya sea verbal o mentalmente repite "Con Dios como mi Testigo…
Coloca tu cuota de dinero del día de hoy en tu contenedor y lee la afirmación que está en el contenedor tres veces. Espera recibir algo en regreso.
Bendice a todos los que están a tu alrededor, incluyendo a los otros participantes en este experimento. Imagina como aquellos a quienes bendices prosperan y se rodean del bien. Entonces bendícete a ti mismo e imagina lo mismo. Puedes continuar bendiciendo a la persona o personas en tu lista de bendiciones. Lee todas las bendiciones que veas en redes sociales. Tus bendiciones están haciendo una diferencia. El leerlas te dará la oportunidad de verlo por ti mismo.
El Pensamiento del Día: La autenticidad empieza en los pensamientos. Todos queremos ser auténticos y, debido a esto, diseñamos nuestra forma de vestir, caminar, comer, y todo lo relacionado con el individuo. Pero ser auténtico no es ser diferente, sino ser profundo. Dejar que el pensamiento sea algo más que una onda cerebral, que tenga vida, que cree y construya un lugar mejor para vivir. Anónimo
La Afirmación del Día:
“Hoy tengo un día lleno de bendiciones y soy una bendición para el mundo.”
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